Bulimia

Todos los días son iguales. Comer, comer, comer y comer hasta estar repleta no era suficiente; era incapaz de saciarme con facilidad. El temblor de mis manos mientras llevaba cada vez más y más comida a mis labios, disminuía y el ritmo cardíaco se calmaba lentamente.

Sentía que mi estómago se hinchaba velozmente hasta parecer la panza de una embarazada... A punto de explotar, a punto de estallar.

Siempre termino tirada en el suelo, mareada y cansada. Con un montón de paquetes de aluminio y plástico completamente vacíos a mi alrededor; con un eterno hueco en mi interior, un dolor en el pecho, con la cabeza dando vueltas, dando arcadas y a punto de vomitar como de costumbre. Al sentirme mejor, me levanto del frío piso, guardo con rapidez toda la basura y barro las migajas esparcidas por las blanquecinas baldosas.

Tiro los envoltorios y los residuos de la comida. Para después de un rato, correr hacia el baño, introducir dos de mis dedos hasta mi garganta para provocarme el vómito.

Otra vez.

Siento cómo la garganta se me quema. 

El estómago se desinfla.

Otra vez estoy viva.




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